14 de septiembre de 2009

Herejes somos: "toda mujer puede ser lesbiana"

Sheila Jeffreys y el feminismo lesbiano

La heterosexualidad obligatoria como institución represora. La esclavitud sexual como cimiento. La dicotomía chica buena/chica mala como resultado. Y el salto de la práctica sexual a la revolución política

En su libro La herejía lesbiana (1996), Sheila Jeffreys desarrolla un análisis político sobre el lesbianismo y sus distintas características (lesbianismo feminista, separatista, esencialista, queer, sado/masoquista, pornográfico, etc.). En este artículo pensaremos sobre algunas de sus ideas. La concepción a la que adhiere la autora cuando habla de lesbianismo es la de una agradable elección que les sirve a las mujeres para huir de la institución política llamada heterosexualidad obligatoria. Esta retirada está basada en la autoestima, el amor por otras mujeres y el rechazo a la opresión masculina.
Jeffreys retoma la idea feminista de los años 70 sobre que “toda mujer puede ser lesbiana”. Al pensar al lesbianismo como una opción política revolucionaria, las mujeres lograríamos que los varones perdieran el fundamento de su poder sustentado en los servicios domésticos, sexuales, reproductivos, económicos y emocionales no remunerativos (subordinación de las mujeres dentro del hogar y fuera de él). Las lesbianas, al elegir a otras mujeres como depositarias de nuestras energías, desafiamos la norma heterosexual, cuyos mayores beneficiarios son los varones, lo que pone en entredicho la supremacía y opresión masculinas. El feminismo lesbiano trasforma lo que históricamente se consideró una práctica sexual, en una práctica política, y así desafía y denuncia a la institución política de la heterosexualidad como espacio de control político sobre las mujeres.
Jeffreys plantea “el deseo heterosexual” como “una erótica” de la desigualdad (con respecto a la otra y a la diferencia de poder). Por eso, desde este análisis lesbofeminista, la construcción de la sexualidad masculina constituye un peligro para los intereses de liberación de las mujeres, al apoyarse en la esclavitud sexual. En este sistema solo se puede elegir entre los papeles de chica buena y chica mala; nunca el de la libertad, el de la igualdad o el del empoderamiento. Y es que la sexualidad masculina gira en torno a la cosificación de las mujeres ─pornografía, violación, prostitución─. Por eso la autora ensaya que una posibilidad para todas las mujeres sería desarrollar una sexualidad lésbica en la que, aprendiendo unas de otras por medio de la exploración mutua de los cuerpos y mediante la lucha política, crearíamos relaciones igualitarias.
De esta forma, ningún aspecto de la vida privada se considera excluido del debate político. El sexo debe ser sometido a un análisis político como cualquier otro campo de la actividad humana porque “lo personal es político”. Muchas feministas entendemos las relaciones personales como un aspecto importante de las relaciones políticas; nuestra manera de relacionarnos tiene que reflejar nuestra visión y nuestro proyecto del mundo como feministas. Al lesbianismo lo pensamos como una elección política. Elegimos ─para el amor, el erotismo, el conocimiento y la lucha a la clase que nos enseñaron a desvalorizar─ las mujeres. Y así recuperamos la fuerza que se nos enseñó a negar para sostener los intereses de una sociedad patriarcal.
La perspectiva en que se define Jeffrey ─y hacia la cual nos estimula a pensarnos─ es una postura feminista antipatriarcal, antiimperialista y antirracista. Si bien la autora escribe la obra en la Inglaterra de los años 90, muchos de sus análisis nos sirven para reflexionar desde esta clase política que es nombrarnos como mujeres, mujeres lesbianas o lesbianas, entre otras categorías.
No pensamos el lesbianismo como una minoría: cuestionamos que la heterosexualidad sea un hecho natural que, por alguna misteriosa razón, la mayoría prefiere. La heterosexualidad como norma es una institución política que queremos destruir para la libertad de las mujeres. Para un mundo donde todas las mujeres también seamos libres. Por eso no pueden disociarse los intereses de las lesbianas y los de las mujeres como clase política, porque el objetivo es liberarnos de las opresiones que históricamente naturalizamos.
Como Sheila, muchas nos revelamos y proclamamos un feminismo lesbiano como herejía ante el patriarcado, y libertad, placer, disidencia y amor para las mujeres.



Lariza
Malas como las arañas – Lesbianas Feministas
www.malascomolasa.blogspot.com

en de-Generando nº2, Marzo 2009.

1 comentario:

  1. Hombre heterosexual solicita permiso permiso para comentar: MUY BUENA LA ENTRADA!!
    tal vez quieras visitar un post en mi humilde y patriarcal blog.
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